sábado, 25 de diciembre de 2010

LOS BENEFICIOS DEL FOLLÓN


Si me permiten un símil futbolero, cuando el equipo local es más torpón, pero va ganando por la mínima, bien por un golpe de suerte o por un favor arbitral, la estrategia más eficaz es la de sustituir el juego por la bulla, dejar que el tiempo pase rompiendo el partido y evitar que el contrario, más hábil con el balón, pueda manejarlo. Es una práctica que estamos cansados de ver, en todos los campos y en todas las categorías. La parroquia, mientras tanto, a jalear cualquier encontronazo, a presionar al árbitro y a sus ayudantes y a insultar a los jugadores del equipo visitante.

En el terreno del juego político de la Diputación Provincial está sucediendo algo similar a lo relatado anteriormente. El equipo del Partido Popular, con su capitán al frente, su presidente, ganó por la mínima en las anteriores elecciones, gracias entre otras circunstancias a unas ayudas no reglamentarias que los árbitros del proceso –las juntas electorales y los controladores de los censos– no supieron o no pudieron impedir. Es un equipo al que no le están saliendo las cosas, que gestiona muy mal la mínima ventaja que le da la responsabilidad de gobernar. Un equipo al que se le desajustan las cuentas, que se mueve por una inercia de lustros, que no avanza en los proyectos y que tiene serios problemas de dirección de juego, con un vestuario al que le crecen los enanos.

Por contra, el grupo socialista de la oposición tiene mejores individualidades y un liderazgo que no se sustenta, como en el otro equipo, en la coacción o la sumisión personal, sino en los proyectos, la ética y las ideas políticas. Y, por supuesto, con mucha más habilidad para argumentar y debatir las diferentes propuestas.

Juega, además, como visitante, pues es el equipo local del PP quien juega en casa, en ‘su’ casa, con su público, sus asesores y sus medios de comunicación.

No es de extrañar, pues, que la estrategia del PP en este partido sea, a falta de gestión – ni siquiera mala gestión – la de enmarranar el juego político, controlar los tiempos y las palabras, descalificar a los contrarios y arremeter contra los jueces, cuando sus decisiones no les benefician. Así lo hemos visto pleno tras pleno: ante cualquier intento de debate de propuestas, una balbuceante y torpe réplica y la aplicación del rodillo; si de introducir racionalidad y limpieza democrática se trata, la anulación personal y el insulto como única arma.

¿Cómo responden ante este remedo de juego político los espectadores? Las aficiones respectivas reaccionan con apasionamiento ante los diferentes lances del triste partido; pero la mayoría, tanto los que otorgan a la dialéctica política una alta consideración como los que le dan la espalda –que son auténtica mayoría-, no les llega más que un empobrecido espectáculo de rifirrafes. Y como el mayor objetivo del PP es contentar a su afición y enajenar al resto, el partido lo tiene de cara… de momento.

No estaba bastante trabado el juego político que ha saltado al campo un espontáneo, ‘el follonero’ y su desternillante programa. Bien es cierto que la sátira siempre ha ido de la mano de la política, y sólo los estrechos de miras, los caducos y los bajitos intelectuales consideran un oprobio mezclar ambos ingredientes. No sólo en la política, que es una faceta más de la vida, sino en cualquier otra manifestación del desarrollo personal la risa es – ya lo decía Aristóteles en su Poética- un ejercicio valioso que nos permite deformar el hosco rostro de la verdad para no convertirnos en esclavos de nuestros propios fantasmas. Y la verdad de la política que se viene haciendo desde el Palacio de Las Aulas es bastante desabrida, y algunos de sus protagonistas, dignos de una novela por entregas.

Pero no nos engañemos. Este inteligente espontáneo monta su esperpento con el lícito fin de entretener a su audiencia televisiva, que no es poca cosa. Sin embargo, desde la perspectiva de la estrategia política de la confrontación local, no es sino un estorbo más en el desarrollo del juego sucio al que se ha aplicado insistentemente el equipo local del Partido Popular. Son los que resultan realmente beneficiados.

Publicado en el diario 'Levante de Castellón' el 07-01-11

viernes, 17 de diciembre de 2010

SIN PARANGÓN


El nivel de transparencia de la política valenciana “no tiene parangón en toda España”. Estas son, textuales, las palabras del conseller Blasco transcritas por el diario oficial del Partido Popular en la provincia (Ver el periódico Mediterráneo del 14 de diciembre). Así de rotundo, así de cínico, así de falso. Esta insolente afirmación venía a alabar la recientemente anunciada obligación de los munícipes de la Comunidad Valenciana y miembros de Consell de hacer públicas sus declaraciones de bienes.

A pesar de haber sido anunciada por singular protagonista, a pesar de que sabemos que es un turbio espejismo de claro tinte electoral, bienvenida sea la iniciativa, a la que reiteradamente se han negado los gobernantes de la derecha. Se nos viene, de pronto, la imagen de los concejales del Grupo Socialista del Ayuntamiento de Castellón enseñando sus declaraciones tributarias y de bienes cuando presentaron la propuesta al pleno, la cual fue rechazada por la mayoría exigua que ostenta el PP. A ese pleno acudieron todos, incluido el presidente de la Diputación, para oponerse a esta ineludible obligación con la ciudadanía.

La nueva Ley Valenciana de Régimen Local, aprobada el verano pasado, dedica un artículo, el 137, de los 201 que la componen, a esta cuestión, estableciendo la obligación de declarar las actividades y bienes de los representantes locales, antes de la toma de posesión, en caso de cese y al término del mandato. Declaraciones de carácter anual que serán públicas pero que tendrán las restricciones necesarias para salvaguardar la privacidad y la seguridad de los titulares. Una ley cuyo objetivo esencial era la mejora de la financiación de las administraciones locales, pero que no contemplaba ningún compromiso de dotación económica del Fondo de Cooperación.

La gestión pública no debe ser transparente por imposición legal. La transparencia, lo mismo que la eficacia, la participación efectiva y la proximidad han de ser, como reclama la oposición socialista, el resultado de un compromiso ético con la ciudadanía. Han de ser, como se declara en su programa electoral, ejes estratégicos en los que se debe basar una gestión al servicio de los ciudadanos.

De todas formas, bienvenido sea ese artículo 137, y que sea aplicado con rigor, que falta hace. Ojalá, aunque de la forma tan tímida que se establece ahora, se hubiera implantado hace tres lustros. No habríamos caído en el oscuro pozo de la opacidad en el que se encuentra la Comunidad Valenciana y sus principales Ayuntamientos, antesala de la corrupción y la desafección política.

El último informe de Transparency International, organismo independiente que evalúa objetivamente los niveles de transparencia de todos los países, comunidades territoriales y ayuntamientos, tomando como índices elementos clave de la gestión y con una metodología contrastada, sitúa a la Comunidad Valenciana en este año 2010 en el penúltimo lugar de las comunidades autónomas de España, con un valor global muy por debajo de la media nacional. Y si se valoran cada uno de los aspectos estudiados, solamente en dos de ellos nos encontramos cercanos a la media, en las áreas de información sobre la Comunidad y en las relaciones con los ciudadanos y la sociedad. No en balde se han gastado tantos recursos en campañas publicitarias y en subvenciones a colectivos. Pero en las áreas más próximas a intereses monetarios, como la transparencia económico-financiera y en las contrataciones de servicios y suministros nos manda al penúltimo lugar, y en el urbanismo, directamente nos coloca en la cola de la lista.

Cuando se observan estos mismos índices sobre los Ayuntamientos de las tres capitales de provincia, es el de Castellón, precisamente, el que obtiene resultados menos malos, situándose sobre la media de los grandes municipios. En todos los parámetros excepto en el de la transparencia en las contrataciones, precisamente. No es de extrañar, pues, la insistencia del grupo socialista en revisar las cuentas y contratas, a la vista de las posibles implicaciones en trama de corrupción del caso Gürtel. Sin embargo, el Ayuntamiento del cap i casal, presidido por la señor Barberá es, con mucho, el que obtiene índices tan bajos que deberían suponer su dimisión automática. (Véanse datos concretos en www.transparencia.org.es).

En esta comunidad, es cierto, los niveles de transparencia en la gestión pública no tienen parangón, por lo desastrosos, y van a ayudar a mejorarlos la declaración de bienes y actividades de realizarán en breve, por imperativo legal, algunos de los que más intereses han ocultado hasta ahora. No me lo creo.

Publicado en 'Levante de Castellón' (17-12-10)

domingo, 12 de diciembre de 2010

MODERNIZARSE O SUCUMBIR


Solo era su apellido, y sólo deambulaba por allí, sin motivo aparente, errático y solo en mitad de la noche. Y ésta fue su sola y tímida respuesta a las muchas preguntas del policía: “Me llamo Iniesta Solo”...

¿De qué va esto? De sumarse al aluvión de críticas que ha provocado la última andanada de la Real Academia de la Lengua, con el cambio de algunas reglas ortográficas, la actualización de ciertos vocablos y la redefinición de unas cuantas letras del alfabeto. Todo ello, aseguran, con la sana intención de mejorar la comunicación en español y adaptarse a los nuevos tiempos.

La lengua es algo vivo y, como tal, debe crecer al son de las nuevas necesidades de sus usuarios. No debemos ser reacios a este esfuerzo modernizador, más aún cuando las sociedades están inmersas en una vorágine de cambios constantes, cuando las nuevas (no tan nuevas ya) tecnologías están imponiendo revolucionarios modelos de interrelación social. “Para sobrevivir – dice García de la Concha con sus 75 años – una lengua debe ser usada por un gran número de personas, tener un idioma unitario, y estar actualizada con la tecnología”. Aunque nos pongamos en plan puristas y nos alarmen los cambios, no debemos analizar con ligereza y frivolidad las decisiones de tan sesudos y prestigiosos académicos. Todos los cambios han tenido sus detractores y la evolución, a la postre, ha sido imparable.

Iraq será ahora Irak; Qatar, será Catar; la i latina será sólo i; la i griega, ye, y se impone la be y la uve a las bes alta y baja. Son cambios comprensibles, porque nadie hablaba de la doble be baja para referirse a la uve doble, por ejemplo.

Pero junto a estas lógicas actualizaciones han refrendado otras, referidas a clásicas normas gramaticales de acentuación, con la intención de simplificar la escritura, que han generado la polémica. A partir de ya, se elimina la tilde de los adverbios, única diferenciación gráfica de los respectivos adjetivos y, en algunos casos, con una sustancial diferencia semántica. Éste, ése y aquél, y sus diferentes formas; el significado del vocablo ‘sólo’ se distinguirá, si acaso, por el contexto. O no. Elimina la tilde de guión, truhán, huí y fié, considerándolos monosílabos, así como la tilde de ó entre números. A partir de ahora no sabremos si hablamos de 607 o de 6 ó 7.

¿A qué puede obedecer semejante cambio y cuáles son sus consecuencias? ¿Van realmente a mejorar nuestra comunicación escrita? Y lo que es más preocupante, ¿van a favorecer el aprendizaje correcto de nuestros escolares?

Últimamente son ya muchos los medios de comunicación escritos y las traducciones de publicaciones extranjeras que han renunciado a la acentuación gráfica de ‘sólo’, palabra de la que se abusa incansablemente. ¿Será porque los correctores de Word de Microsoft no pueden detectar el error? Si eso fuera, la Academia se habría quedado con poco brillo y con menos esplendor. ¿Será porque la actualización es, simplemente, una mera subordinación a los intereses de las compañías informáticas y de telefonía móvil para facilitar el marcaje de mensajes? ¿O es que la RAE ha sucumbido, como tantas otras instituciones sociales y políticas a la implacable globalización?

No se trata solamente, como algunos han manifestado, de rechazar estos cambios y mantener la actual norma gramatical por razones estéticas. Se trata, sobre todo, de rebelarse contra ese pseudolenguaje que prolifera entre los jóvenes y que tanto daño está haciendo a su educación, refrendado ahora por sus eminencias académicas. Y se trata, cómo no, de salir en defensa de la labor de tantos docentes que se parten el espinazo intentando enseñar a escribir correctamente, sin faltas de ortografía y de sintaxis, con claridad de ideas y con un rico vocabulario. Ahora nuestros escolares leen y escriben, sobre todo, en soporte informático. ¿Es el medio el que ha de determinar el modo o, por el contrario, tenemos que insistir en su utilización correcta?

Parece que en esta lucha por la modernización, la RAE se ha inclinado por lo fácil. ¿Por qué no ha metido la tijera en expresiones que nos llevan a la Edad Media eliminando, por ejemplo, términos racistas, como “judiada”, o expresiones sexistas que nos sumergen en lo más profundo de nuestro acerbo cultural? ¿Hasta cuándo hemos de convivir con expresiones como “eres un zorro” (por astuto) y “menuda zorra” (por prostituta)? Por no hablar del masculino genérico, que ha dejado postrada a la mitad de la población.

No sabemos cuál habrá sido la postura sobre estas cuestiones del insigne académico que calienta el sillón T, el multifacético, postmoderno y buen escritor Pérez Reverte; él, que tan iracundo se ha mostrado con los políticos responsables de la educación de los últimos treinta años, incluidos Maravall y Solana, de los que dice “deberían ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural”. Él, que pone a todos en el mismo saco, sin distinguir churras de merinas ni saber de la misa la media en materia educativa, llamándoles analfabetos y demagogos entre otras lindezas. ¿Hemos de esperar que, consecuentemente, se desmarque públicamente de esta sinrazón o, por el contrario, habrá que pensar que, por moderno y solidario, haya sido uno de sus más fervientes impulsores?

sábado, 11 de diciembre de 2010

SIN IDEAS


El único objetivo de Sir Humphrey Appleby, el Secretario Permanente en la famosa serie “Sí, Ministro”, era evitar que los ministros que iban sucediéndose se entrometieran demasiado en la labor de gobernar, oponiéndose a cualquier iniciativa política. Para ello aplicaba, según iba pasando la legislatura, una serie de tácticas dilatorias que son todo un compendio de qué hacer para no hacer nada: dudar de la vía adecuada para poner en marcha los proyectos, crear comisiones de consulta, exigir farragosos informes técnicos, sugerir concursos de ideas, no emprender algo que menoscabe la autonomía del gobierno siguiente… Una estrategia denominada ‘Inercia Creativa’ que pone contra las cuerdas al ingenuo James Hacker, venido al cargo de Ministro con un paquete de buenas intenciones.

En el Ayuntamiento de nuestra ciudad está pasando algo parecido, pero al revés: aquí son los responsables políticos quienes se han puesto en la piel del burócrata funcionario y emplean sus mismas tácticas para pasar el calvario de esta legislatura, para hacer como que se hace haciendo lo menos posible, bien porque se han quedado sin recursos, bien porque no quieren comprometerse con decisiones que puedan ser contestadas, bien porque no saben qué hacer, porque no tienen criterios definidos.

Tenemos ejemplos para todos los gustos, y aquí van algunos de ellos:

Parque de San José: iniciativa política de primer orden en los sucesivos programas de gobierno. Ha pasado otra legislatura y todo sigue igual. Lo único que se tiene es el nombre, Parque de los Niños, y la forma utilizada para capear la situación es el manoseado concurso de ideas para que los niños del barrio digan la suya… a seis meses de las elecciones.

La fábrica Dávalos se convertirá en centro de ocio para jóvenes, decía su propuesta electoral. El socorrido concurso de ideas entre los jóvenes fue igualmente la estrategia utilizada por la señora concejala para no emprender acción alguna. Eso sí: la iniciativa del concurso se presentó con la correspondiente publicidad y folleto explicativo, pero sin apuntar ni la más mínima idea ni explicitar ningún criterio. No se ha sabido nada de las sugerencias aportadas y mucho nos tememos que, con las nuevas propuestas del sector comercial, todo quede en el olvido.

Y de La Pérgola, ¿se dice algo? Ante la proposición de una de las asociaciones de comerciantes la respuesta es simple: ni sí, ni no. Se anuncia otro concurso de ideas para pasar página. No es momento para posicionarse, menos aún para comprometerse.

Esta es la forma de afrontar los problemas el PP de Castellón. De las cuestiones sobre las que debe pronunciarse, ni pío; de las que dependen del gobierno central, machaque permanente, aunque se esté avanzando en esta legislatura, a pesar de los pesares, más que en otras pasadas bajo la égida de Aznar. No en balde sus dirigentes ya han anunciado cuál será el núcleo de su programa, basado en un discurso emocional, huérfano de toda racionalidad, populista y demagógico: la eterna y falsaria reivindicación del ‘agua para todos’, el AVE, la autovía de Aragón a la costa, la liberalización de la autopista o los accesos al puerto por el sur. Más de lo mismo, y de iniciativa propia, el limbo.

Los socialistas tenemos un proyecto para la ciudad, y nos hemos pronunciado en repetidas ocasiones sobre los temas que preocupan a la ciudadanía. No se trata de poseer un discurso cerrado, sino de ofrecer alternativas serias para que sean valoradas. Gobernar es tomar decisiones, ‘mojarse’ y tratar de convencer a los demás con argumentos. Así se construye la auténtica participación, sin imposiciones, pero con liderazgo.

No hay que ir muy lejos para conocer nuestra posición sobre estos tres ejemplos citados: sólo hay que consultar el programa elaborado para la legislatura actual, que está al alcance de todos. Mil propuestas y un modelo de ciudad que se está actualizando para adecuarse a los nuevos retos. Y si, como en el caso de la fábrica Dávalos, surge un planteamiento más ambicioso y más acorde con las necesidades actuales de la ciudad, hay que estar en disposición, sin ambages, de reconsiderar las propuestas iniciales y buscar el acuerdo.

Pero el que está desnudo de ideas es incapaz de construir consensos.